Martes
11 de noviembre, primavera, solo tres horas de clase en la universidad y sin
parciales a la vista, todo es perfecto. Cambio de planes, día nublado y
lluvioso más característico del otoño, cuando las hojas se caen y se mueven de
un lado a otro y lo único que hacen es estorbar, lugar: Palmasola. Ese lugar donde
a simple vista (y oído) por fuera todo es silencioso, escasas conversaciones, y
las pocas que se dan son inexpresivas y
casi en secreto. Eso sí, abundan las miradas de desconcierto y picardía, los
ojos hablan por sí solos, tienen vida propia.
Lo de que Bolivia es un país de contrastes entre ricos y
pobres lo saben todos pero lo pueden observar en todo su esplendor en la cárcel
de Santa Cruz de la Sierra. A penas a 45
minutos del centro de la ciudad se encuentra la archifamosa Palmasola. Esta,
consta de un transporte continuo, líneas de micros, taxis y mototaxis a su
alrededor; y es accesible, ya que es
fácil de llegar con tan solo preguntar.
Con tan solo 15 minutos en el exterior de la cárcel, el contraste
se puede notar nada más observando las
colas, personas que venden su posición anticipada a personas que llegan tarde o gente que entra directamente con un simple
billete en mano. A causa de estos, las personas sin recursos tardan más tiempo
haciendo cola que equivale a estar menos tiempo dentro. Otra cosa a destacar,
son las movilidades que entran y salen de su interior, la mayoría nuevas y de alta gama, que por casualidad están casi todas manejadas por policías, por ejemplo una Toyota Runner 2013.
Según las malas lenguas, en su interior para su desgracia,
las personas pobres deben adaptarse para sobrevivir. Al contrario que las
personas con dinero, estas viven casi como
si estuvieran fuera, disfrutan de restaurantes o incluso de ver películas de actualidad. También, dicen que es una miniciudad dividida en
diferentes sectores. Y cuantas desigualdades más habrá en su interior.
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